Los
parásitos, son seres vivos que viven a costa de otro ser vivo superior (llamado
por ello hospedador), habitando dentro o sobre ellos y alimentándose de partes
de su organismo o de sustancias alimenticias ingeridas por éstos. A los
parásitos que viven sobre el animal hospedador reciben el nombre de parásitos
externos; los que viven dentro del hospedador, son los parásitos internos. Las
mascotas se infestan con parásitos bien al entrar en contacto directo con otros
animales parasitados o bien al pasear por zonas contaminadas con huevos o con
larvas de estos parásitos (también por ingestión al chupar el suelo u otras
superficies).
Tanto los parásitos internos como externos de las mascotas y humanos son potencialmente molestos y peligrosos por tres motivos:
1. Porque por sí mismos, estos parásitos pueden ocasionar directamente lesiones sobre el organismo. Por ejemplo, los gusanos intestinales provocan vómitos, diarreas, adelgazamiento crónico e incluso pueden ocasionar la muerte por acumulación y formación de bolas que se atascan dentro del tubo intestinal. Otro ejemplo, las pulgas pican sobre la piel del animal, provocando un gran malestar, y ocasionando lesiones importantes en la piel a causa del rascado y de las alergias a su saliva; además, consumen mucha sangre si se encuentran en gran número, por lo que pueden ocasionar anemia y debilidad en los animales afectados.
2. Porque muchos son transmisores de otras enfermedades infecciosas (que albergan en su interior y que transmiten al hospedador cuando le pican o cuando penetran en él), que pueden poner en grave riesgo la vida de las mascotas y de sus propietarios.
3. Finalmente, porque interfieren con la capacidad de inmunización de las vacunas. Una vacuna, aplicada sobre un animal previamente parasitado, es muy probable que no tenga un buen efecto sobre el animal, quedando este desprotegido frente a las enfermedades contra las que se pretendía vacunar.
Existen muchos parásitos que son zoonosis, o sea, que pueden afectar tanto a nuestras mascotas como a nosotros mismo, los humanos. En las personas, los riesgos son exactamente los mismos que en las mascotas, ya vistos. Los parásitos pueden pasar de las mascotas a las personas de diversas maneras (por contacto, por ingestión…), siendo los niños, las mujeres embarazadas, los ancianos y los enfermos (sobre todo inmunodeprimidos), los grupos que corren más riesgo de adquirir una de estas parasitosis. En los niños, el riesgo es doble, porque muchas veces no conservan las normas básicas de higiene, como lavarse las manos después de haber tocado a un animal o evitar llevarse a la boca objetos que han estado en contacto con estos animales parasitados.
Para minimizar estos riesgos que corren tanto mascotas como personas, la medida básica que se debe exigir al sector clínico veterinario y a los propietarios de mascotas es una correcta y adecuada desparasitación de los mismos, con el uso de fármacos antiparasitarios especialmente diseñados para nuestros animales domésticos. Para estar bien seguros, siempre se debe recomendar realizar una desparasitación preventiva (o sea, no sólo hay que desparasitar a la mascota después de que coja los parásitos, sino que hay que evitar que los cojan). Ya no es sólo una cuestión de bienestar y salud del animal, sino que también es una cuestión de salud pública.
Un buen protocolo de desparasitación preventiva debe tener en cuenta el ciclo de vida del parásito que se quiere prevenir. Como nuestras mascotas pueden estar afectadas por varias especies diferentes de parásitos, la frecuencia de administración del antiparasitario se debe adaptar siempre en relación con los parásitos cuyo ciclo de vida es más corto. El veterinario clínico es el profesional que conoce los protocolos y los productos que mejor se adaptan a cada enfermedad, por lo que debe ser él el que establezca las pautas de desparasitación para cada animal y estación del año. En cualquier caso, a nivel internacional existen 2 asociaciones de expertos en Parasitología de Animales de Compañía que son las encargadas de marcar las directrices y recomendaciones para conseguir una adecuada desparasitación de nuestros animales. Una es Americana (CAPC- Companion Animal Parasite Council) y la otra Europea (ESCCAP- European Scientific
Counsel of Companion Animal Parasites).
Las características ideales que debería reunir el producto antiparasitario ideal son:
- Cuanto más amplio sea el
espectro mejor (cuanto mayor número de especies diferentes de parásitos cubra,
mejor). Si el espectro es corto, habrá que administrar muchos productos
diferentes para poder tener a la mascota y a la familia protegida.
- El fármaco tiene que tener una gran eficacia. Cuanto más cercano al
100%, mejor (100% significa que elimina a todos y cada uno de los parásitos que
podría tener el animal). Dentro de los antihelmínticos (antiparasitarios para
los gusanos intestinales) los fármacos más efectivos serán los que comiencen a
actuar desde los primeros tramos del intestino, de forma que no se dejen atrás
ninguno.
- Al mismo tiempo, debe ser una sustancia que no sea nociva para
nuestro animal, que no provoquen efectos secundarios ni en la mascota (vómitos,
diarreas, malformaciones en los fetos, abortos, signos nerviosos, daños
hepáticos o renales, irritaciones de la piel) ni en las personas que los
administran. Entre los productos antihelmínticos que se administran por la boca
del animal, los fármacos más seguros son aquellos que no se absorben desde el
intestino, ya que si se evita el paso a sangre y al resto del organismo.
- Por último, que sea fácil de administrar (para que nuestra mascota lo
acepte bien):
o Tamaño del comprimido no demasiado grande (para que no lo escupa fácilmente) pero tampoco demasiado pequeño (difícil de manejar).
Tanto los parásitos internos como externos de las mascotas y humanos son potencialmente molestos y peligrosos por tres motivos:
1. Porque por sí mismos, estos parásitos pueden ocasionar directamente lesiones sobre el organismo. Por ejemplo, los gusanos intestinales provocan vómitos, diarreas, adelgazamiento crónico e incluso pueden ocasionar la muerte por acumulación y formación de bolas que se atascan dentro del tubo intestinal. Otro ejemplo, las pulgas pican sobre la piel del animal, provocando un gran malestar, y ocasionando lesiones importantes en la piel a causa del rascado y de las alergias a su saliva; además, consumen mucha sangre si se encuentran en gran número, por lo que pueden ocasionar anemia y debilidad en los animales afectados.
2. Porque muchos son transmisores de otras enfermedades infecciosas (que albergan en su interior y que transmiten al hospedador cuando le pican o cuando penetran en él), que pueden poner en grave riesgo la vida de las mascotas y de sus propietarios.
3. Finalmente, porque interfieren con la capacidad de inmunización de las vacunas. Una vacuna, aplicada sobre un animal previamente parasitado, es muy probable que no tenga un buen efecto sobre el animal, quedando este desprotegido frente a las enfermedades contra las que se pretendía vacunar.
Existen muchos parásitos que son zoonosis, o sea, que pueden afectar tanto a nuestras mascotas como a nosotros mismo, los humanos. En las personas, los riesgos son exactamente los mismos que en las mascotas, ya vistos. Los parásitos pueden pasar de las mascotas a las personas de diversas maneras (por contacto, por ingestión…), siendo los niños, las mujeres embarazadas, los ancianos y los enfermos (sobre todo inmunodeprimidos), los grupos que corren más riesgo de adquirir una de estas parasitosis. En los niños, el riesgo es doble, porque muchas veces no conservan las normas básicas de higiene, como lavarse las manos después de haber tocado a un animal o evitar llevarse a la boca objetos que han estado en contacto con estos animales parasitados.
Para minimizar estos riesgos que corren tanto mascotas como personas, la medida básica que se debe exigir al sector clínico veterinario y a los propietarios de mascotas es una correcta y adecuada desparasitación de los mismos, con el uso de fármacos antiparasitarios especialmente diseñados para nuestros animales domésticos. Para estar bien seguros, siempre se debe recomendar realizar una desparasitación preventiva (o sea, no sólo hay que desparasitar a la mascota después de que coja los parásitos, sino que hay que evitar que los cojan). Ya no es sólo una cuestión de bienestar y salud del animal, sino que también es una cuestión de salud pública.
Un buen protocolo de desparasitación preventiva debe tener en cuenta el ciclo de vida del parásito que se quiere prevenir. Como nuestras mascotas pueden estar afectadas por varias especies diferentes de parásitos, la frecuencia de administración del antiparasitario se debe adaptar siempre en relación con los parásitos cuyo ciclo de vida es más corto. El veterinario clínico es el profesional que conoce los protocolos y los productos que mejor se adaptan a cada enfermedad, por lo que debe ser él el que establezca las pautas de desparasitación para cada animal y estación del año. En cualquier caso, a nivel internacional existen 2 asociaciones de expertos en Parasitología de Animales de Compañía que son las encargadas de marcar las directrices y recomendaciones para conseguir una adecuada desparasitación de nuestros animales. Una es Americana (CAPC-
Las características ideales que debería reunir el producto antiparasitario ideal son:
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o Tamaño del comprimido no demasiado grande (para que no lo escupa fácilmente) pero tampoco demasiado pequeño (difícil de manejar).
o Que no tenga mal sabor.
o Con forma alargada y que se deslice fácilmente en la garganta, para que sea fácil de tragar. Muchos antihelmínticos en comprimidos comienzan a deshacerse nada más entrar en contacto con la saliva, por lo que los perros y gatos son capaces de escupirlos, y luego son difíciles de volver a dar, porque se han convertido en una papilla y son prácticamente inmanejables (por lo que habrá que gastar un nuevo comprimido).
En cuanto a la pauta de administración, las Guías de Buenas Prácticas recomiendan la desparasitación mensual de las mascotas, sobre todo si en el hogar existe algún familiar dentro de los considerados grupos de riesgo (niños, ancianos…). Esto se debe a que la mayoría de parásitos tiene un ciclo de vida cercano a 1 mes. En cualquier caso, será el veterinario clínico quien mejor valore la situación de cada animal en concreto, pudiéndose plantear una pauta de desparasitación cada 3 meses (4 veces al año, una por estación). Se ha demostrado que hacer una desparasitación de menos veces al año (1 ó 2 veces al año), no tiene ningún efecto sobre la presencia de parásitos en las heces y en el ambiente, por lo que esta práctica, en principio, está totalmente desaconsejada.